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Fuck you, Levrero!

Fuck you, Levrero!

Los aficionados al horror van a relacionar el nombre de esta bitácora "El pueblo gris" con Arthur Machen y su obra “El Pueblo Blanco”. Lo que quizás no comprendan es por qué lo nombré “gris” en lugar de otro color y les cuento que es un tema más cultural que relacionado a los géneros dentro de los que escribo.

El país donde nací y en el que actualmente habito se llama Uruguay, y a los uruguayos se los define como “grises”, pero no por los “grises” de los encuentros cercanos, sino por la actitud cultural donde nadie se sale de los esquemas, o se lo ve explosivamente alegre. El uruguayo es tan gris como la forma en la que se expresa y actúa, y para mí, personalmente, es un pueblo aburrido y quizás por eso entre ellos y yo no existe casi química.

Se podría decir que los uruguayos son argentinos sin “soul” y los argentinos a su vez son italianos sin “soul”. Bueno, ese es mi punto de vista y si no les gusta, tengo otros, como dijera el gran Groucho Marx.

Yo nací en un Pueblo Gris, y me siento un poco gris, aunque desde siempre me fascinaron los colores, particularmente los del neón que en los últimos treinta años fue desapareciendo de las calles de Montevideo.

Es por eso que prefiero a Bradbury antes que Benedetti, o a cualquier film de ciencia ficción por más clase “Z” que sea, antes que los aburridos films del cine “nacional”. “El Dirigible” me pareció una patada en los huevos y el resto, opacos y sin gracia.

Nunca pasaría de la página cinco de “La balada de Johnny Sosa”, pero llevo leídos más de cuatro mil libros de ciencia ficción, fantasía, horror, historia, misterios ancestrales y filosofía. Y de ahí viene mi color sobre el gris, del espacio, el tiempo, las distopías, el retrofuturo, las utopías, las épicas élficas, los guerreros cimerios, las entidades sobrenaturales que acechan en los bosques primigenios, los dioses arquetípicos que no están muertos porque yacen eternamente, las civilizaciones míticas, los fenómenos sobrenaturales, las cosas que acechan bajo el océano oscuro, y muchos más géneros y subgéneros de los que quiero nombrar.

No me voy a tildar de culto, pero sí de ser un escritor que trata sobre cosas que conoce y entiende. Para eso profundizo y estudio constantemente las fuentes de los temas que debo tocar en cada una de mis obras.

No me conoce tanta gente como me gustaría, pero los que sí lo hacen saben que soy un tipo de izquierda con la inteligencia y la sensibilidad necesaria para disfrutar de Lovecraft y Heinlein sin prejuicios, o leer “Mein Kampf” de forma crítica para así incursionar en la raíz del mal y tratar de comprenderla sin que me salpique con su pestilencia.

De lo que tienen que estar seguros es que los nacionalismos me parecen despreciables, lo mismo que las religiones, sean cuales sean, si adoran a un dios o diez, o si sus dioses tienen dos brazos o cincuenta.

¿Tengo límites? Sí, los tengo como todos, pero transitan por carriles de sentido común y solidaridad, tratando de abrir la mente, aunque no demasiado para dejar de ser yo mismo.

En este blog voy a escribir sobre temas diversos con espontaneidad, de lo que se me ocurra en el momento, y de lo que tenga ganas. Algunos temas pueden ser políticos y otros absurdos, quizás sean pequeños relatos, o notas sobre tal o cual cosa que se cruce en mi camino, vea en la prensa, o lea en algún antiguo libro innombrable.

Esto lo quería hacer desde hace mucho tiempo, es más, lo llegué a hacer en otra época, pero en blogs que no estaban vinculados a mi página, como sucede ahora y quizás por eso no me sentía tan cómodo. Hoy me siento libre por primera vez.

Ahora puedo escribir lo que quiera sin supervisión, sugerencias o censura de sitios de blog gratuitos y que por ser gratuitos están llenos de reglas, donde siempre hay dedos acusadores que te señalan, o personas cuyo único hobby es denunciar lo que no entienden, los asusta o va en contra de sus limitaciones como seres humanos.

En “El Pueblo Gris” estoy en mi casa, con mi café, mi chardonnay, desde mi estudio, rodeado por mis libros y juguetes, pensando que este Pueblo Gris es árido y simple, sin matices, con sólo tres lumbreras que se mostraron ante el mundo con grandes carteles de neón: estos fueron Ducasse, Quiroga y Zitarrosa, el resto ni siquiera me vienen a la mente y por eso no me interesan.

Como escribí antes, prefiero Ballard a Galeano, aunque no niego que leí “Las venas abiertas de América Latina”, concuerdo con casi todo lo que está escrito en su obra, pero no la leería dos veces.

Pero sí a “Vermilion Sands”, de Ballard, Dune, de Herbert, o la obra de Lovecraft, Machen, Hodgson, Smith, Chambers, Blackwood, China Miéville, Bradbury, Tolkien, Palahniuk, Dunsany, Wolfe, Sturgeon, Dick y un larguísimo etcétera.

Café antes que “mate”, neón antes que led, chardonnay y champagne antes que las espirituosas —aunque no niego una Budweiser bien helada, y refiriéndome a las espirituosas, tengo una deuda que pienso pagar con “El Hada Verde”—, onirismo antes que realismo, surrealismo antes que arte conceptual, Pink Floyd, The Cars y Clannad antes que murgas y lubolos, Rusia antes que Estados Unidos, y Bayeto antes que Levrero. Fuck you Levrero, en serio. Sólo me gustó “Caza de Conejos” y fue porque yo tenía veintidós años. Después leí “La Ciudad” y el tipo se me desinfló como un globo, o cuando me lo crucé en Buenos Aires en un café, junto a un amigo argentino que me lo presentó y le comenté que escribía ciencia ficción, Levrero me dijo con tono pedante que para él la ciencia ficción era una basura. Yo después de ese encuentro desagradable consideré que no debían publicarle en revistas como “El Péndulo”, porque él nos consideraba escritores de basura, y si estaba ahí era un colado, un arribista o le gustaba el dinero que generaba la ciencia ficción. En serio, sé que horrorizaré a los “grises”, pero Fuck you Levrero una vez más.

Con eso creo que manifiesto más que claramente quién soy y qué van a encontrar aquí. Espero que lo disfruten de la misma forma que yo voy a disfrutar escribirlo, pero les recomiendo que tomen vino para acompañarme, o un café molido a la vista. Eso último por la mañana es de las mejores cosas con las que podemos empezar el día.


© RB.